Cuando me iniciaba en esta aventura de re descubrimiento, tenía la manía de comparar a cada chico con mi esposo. Obviamente, el amor y la confianza colocaban un techo muy alto al momento de elegir acompañantes. Además, siempre he considerado a mi esposo el hombre más guapo que haya conocido, lo que me convirtió en una mujer muy selectiva.
Comencé buscando chicos más jóvenes, de preferencia menores de 25 – ya saben, por aquello del baño de colágeno. He de recordar que ambos estamos arriba de los 35, por lo que no eran temas de conversación en común lo que buscábamos. Luego de algunas experiencias, bien disfrutadas, por cierto, yo seguía sin soltarme. Mi esposo deseaba verme libre y yo soñaba con navegar en este mundo con perfecta naturalidad, disfrutar del sexo sin miedos ni vergüenza alguna, pero que difícil se me hacía. Seguramente por mis costumbres y crianza. Mi esposo me ayudaba en lo posible y siempre que tuvo que intervenir para darme confianza, estuvo allí para mí. Pero faltaba algo.
Así que un día decidimos buscar a alguien con más experiencia. El primer intento fue espectacular, con un hombre de nuestra edad que se ganó la confianza de ambos y, junto a mi esposo, me llevaron a la gloria.
Acto seguido, segundo intento. Esta vez fue diferente (y no necesariamente para mal). Jorge (así le llamaré en este relato) vino recomendado por una pareja amiga, nos dijeron que era educado y guapo… ¡y guapo! Ok, debo aclarar que influyó mucho el hecho de que tenía un gran parecido con mi esposo. Yo que suelo hablar mucho, casi no hablé el día que nos conocimos, producto de los nervios, aunque estaba claro que no íbamos a hacer nada de inmediato. Mientras ellos hablaban, yo solo podía imaginarme en medio de esos dos hombres, bien parecidos y dispuestos a complacerme. Pero qué lejos estaba de imaginarme lo que iba a pasar.
Luego de conocernos nos dimos un tiempo para revisar agendas y organizar la velada. Fue un sábado por la noche. Mi esposo, Abdiel, que ya sabía cómo estaba yo y lo mucho que Jorge me había gustado, decidió que se iba a dar el gusto de sentarse a verme disfrutar. Y así lo planeamos. Esa noche iba a ser mi noche.
Jorge nos citó en el apartamento de un amigo, que no estaría en casa por cumplir con otro compromiso. Sin embargo, al llegar, sorpresa… Sebastián (el amigo), aún estaba en casa aunque listo para salir (mi esposo aún cree que era así, y bueno, mi opinión es lo de menos). Aprovechamos los primeros minutos para romper el hielo y conocer un poco a Sebastián, quien por cierto, estaba para comérselo. La tertulia duró más de 3 horas y entre tragos, ya nadie recordaba que Sebastián debía irse.
En una de esas, decidí conocer el apartamento por mi cuenta (sí, los tragos estaban haciendo estragos en mí), entré a la habitación principal y quedé encantada. Acto seguido, entré al baño a retocarme un poco como toda dama que se respeta. Tardé unos minutos, lo suficiente para que notaran mi ausencia. Al salir del baño, calorrrr, Jorge desnudo sobre la cama, mi esposo y Sebastián a un costado. El gesto de mi esposo no requirió palabra alguna. Me lancé al placer, acercándome a Jorge, quien me recostó en la cama y tomó control de la situación. Besos, caricias, apretones… por momentos olvidé que no estábamos solos. Eran tantas mis ganas que su primera penetración me arrancó un grito de éxtasis; era la primera vez que me entregaba con tanta pasión y deseo a un hombre que no fuera mi esposo. En medio del frenesí, sentí otras manos tocándome; al abrir los ojos descubrí que Sebastián se había unido a la fiesta. Con delicadeza me acarició un largo tiempo y me llenó de besos como lo haría un novio adolescente. En un juego de miradas obtuvo mi aprobación, y en un juego de habilidad de pronto era Sebastián quien me penetraba, mientras Jorge me acariciaba desde un costado. Mi esposo sentado en una esquina de la habitación, bebiendo de su copa, me miraba con una lujuria que me enloqueció. Entonces decidí colaborar con el panorama que le ofrecíamos y modifiqué un poco la escena. Me coloqué arriba de Sebastián y, a partir de ese momento, todo fue como una película en cámara lenta. Mientras uno me penetraba, el otro recibía el placer de mi audaz y sedienta boca. De espalda, de frente, de rodillas…
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Era tal el paisaje que mi esposo no pudo contenerse. Ahora tenía tres hombres guapos y con muchas ganas para mí sola. Y lo aproveché al máximo. Y lo disfruté. Todas las sensaciones eran nuevas, y ni hablar de las acciones. De pronto tenía dos penes en mi boca y sentí que este juego era para mí. Por fin logré ser espontánea y gozar de placeres que antes solo imaginaba. Chupé, cabalgué, me dejé llevar. Acostada, de perrito, de pie. Después de cierto tiempo, ya no veía quién me penetraba, solo quería sentir alguien dentro de mí. Mi mayor asombro fue cuando, cabalgando sobre Jorge y, mientras se lo chupaba a mi esposo, Sebastián decidió penetrarme desde atrás. Dos penes en mi vagina, nunca lo creí posible. Pero el deleite fue tan grande, que me olvidé de mi esposo y me dediqué a moverme encima de esas dos herramientas tan deliciosas.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que mis galanes decidieron terminar sobre mis senos, pero sé que los tres se dieron un buen festín y yo todavía guardo agradables recuerdos de aquella velada que, francamente, espero repetir y, por qué no, aumentar la cuota de comensales.
Me encanto el relato muy bueno aun no tengo experiencia me gustaria experimentar diferentes sensaciones
Quiero vivir esa experiencia. Mi esposa y yo fantasiamos mucho pensando en eso